domingo, 22 de julio de 2012

Un día de Junio

Fue un hermoso día de junio, soleado. Dos enamorados compartían su vida en un pequeño jardín de la ciudad, olvidándose del mundo y uniendo los suyos únicamente ese día. 

Platicaban a menudo y reían, sus manos se encontraban y sonreían felices de poder estar así, unidos. No había nadie que les nublara la felicidad porque brincaban y compartían algo que era suyo: Su amor. 

Esa mañana ella había despertado con un mensaje suyo, que decía: "¿Quieres salir hoy a dar un recorrido por el universo?" y cómo negarse ante esa propuesta. Rápido le respondió: "Si es contigo, claro está que sí". Pasó por ella a las 11:22am. Se había pasado once minutos para que llegara en un momento especial, pero había llegado y ella no había podido negar todas las sonrisas que nacieron al verle, nacieron porque así estaba escrito para ese día, aunque también nacerían despedidas y últimos besos. 

¿Cuándo habían recorrido un mundo juntos, a través de sus labios por primera vez? ¡Ah! A ella le encantaba recordarlo, había sido un momento único y especial, el nerviosismo había llegado, y aunque el momento se vio roto por un choque de lentes y unas risas, continúo para sellarlo todo con un beso. De eso ya habían pasado dos meses y aunque ante todos, aquello era algo imposible, para ellos se había logrado sin más, sin nada más que un amor que crecía. 

Pero hay cosas que no entendemos porque no conocemos nada de esto, porque no podemos figurar en la vida de las dos personas, porque no podemos comprender nada de lo que piensan, porque no podremos jamás entenderlas. Ese es el problema. 

Se habían atrevido a recorrer el universo juntos y por última vez, sin saberlo. Pero estaban felices. 

¿Han hecho cosas que habían prometido no hacer nunca? Sí, ella sí. Ese día camino como odia ver caminar a los enamorados, porque confiaba en él y en sus manos. Porque anhelaba perderse entre sus besos y quería contarle todo aquello que sus labios con torpes palabras jamás podrían contarse. Porque anhelaba verse en el reflejo de sus ojos, aunque fuese por última vez, la forma en que sus ojos se toparan así, sin marca de indiferencia, con amor. 

Quiero creer que ese día ambos se sentían así, pero no se los puedo asegurar porque aunque así fuese, solo conozco una parte de la historia, la parte donde ella me contó todo para que se quedara en el recuerdo eterno de la felicidad. Así que proseguiré sin más a plasmar un poco de todo lo que esta chica enamorada sintió. Prácticamente la historia de ese día desde sus ojos, desde los latidos constantes de su corazón, desde el sitio donde uno espera tener y encontrar la seguridad. 

Allí ante todo, anhelaba estar a su lado, el tiempo que fuese, porque ver las ardillas trepar por los árboles era muy divertido si el estaba a su lado, abrazándole. Porque quizá él no entendiese toda la pasión que traían sus palabras ese día, o toda la felicidad que reflejaban sus ojos. Pero sabía que entendía que tenía que estar seguro de estar con ella en ese preciso momento, porque le estaba dando todo lo que podía darle para que ambos fuesen felices y llevaran ese día hasta el fin de sus días. 

Los caminos se hacían largos y bromeaban con muchas cosas, se reían cada que podían, se decían torpemente con palabras que deseaban estar así mucho tiempo, aunque el viento recogiera esas palabras y se las llevase a otro universo donde se cumplieran, porque su historia estaba dando vueltas hacía un lado desconocido, porque pese a que todos sus suspiros le pertenecían a él, pronto también le pertenecerían sus lágrimas. 


¿Han visto la textura de los árboles? Ella visitó ese árbol después y quiso tomarle foto, pero ese día fue lluvioso y jamás ha podido regresar. No quiere ser asaltada por los recuerdos de ese día, porque estaban junto al puente de aquél río que no lleva más que desperdicios, porque contemplaban la textura de las cosas, y las reacciones de las personas. Porque querían empujar al otro hacía ese río, para rescatarle a besos, porque querían juntarse en un eclipse que solos sus llaveros podían hacer y al mismo tiempo contribuían a la construcción de sueños con besos tiernos que llevaban escritas una porción grande de amor. 

Se habían sentado por última vez en unas bancas aisladas de todo, se habían sentado y él se había acostado en ellas para tener una perspectiva del cielo, y quizá también de ella. La había besado y le había dicho tres mágicas palabras que para ella significaban el todo para conquistar a una dama: "Te quiero mucho" había sonado con eco en su corazón y habían hecho que sonriera como solo podía hacerlo ella tras esas tres lindas palabras.



Y quizá esa porción de amor era para quitarlo todo, para arrebatarse e ir en busca de nuevas historias, con nuevos amores. Pero tampoco sabían nada de eso, por lo que disfrutaban meramente de la presencia de ambos y quería seguirle regalando todo su amor a través de besos, a través de abrazos que fundían un poco de todo aquello que quería obsequiarle, porque ya había visto su vida a lado de él. O quizá tal vez se vio a sí misma en Paris.

Era duro darle un título a aquella relación, que nacía debajo de las miradas de todos sin saberlo, que nacía en secreto y que moriría así: En secreto. ¿Qué título darle? ¿Se merecían alguno? ¿Novios? ¿Amigos? ¿Amigovios? Eran, simplemente eran, eran él y ella, pero ya se habían ofertado tantos días felices que pese a todo ella quería creer en muchas historias de amor y preguntarle qué eran. Confiaba en muchas cosas, pero no en que el temor de él o el qué se yo, impidiera que eso creciera, y que era enserio eso de que no quería más todo eso que le ofrecía en bandeja de plata (O de oro, a como corrigió aquél día). Ya no quería más sus besos, ni sus abrazos. 

Era el secreto de ella y de él, el secreto de que a escondidas disfrutaban de su loco amor, de ese amor que se marchitaba con el tiempo, o con el amor que nacía en otros lugares. Pero ya bien dije que nadie sabe completamente lo que pasó con esa historia, solo tenemos la mitad. Solo tenemos la promesa de las ardillas, quizá él la recuerde, quizá la haya olvidado. Quizá jamás la haya tomado enserio, pero quizá sea mejor así. Y quizá sea bueno que ella nunca sepa nada de lo que ocurrió en la otra mitad, porque se queda con su historia, la que recordará tras esa unión de manos en aquél camino.


Tras algunas cuestiones de títulos, sus ojos se nublaron, los ojos de ella; se nublaron y derramaron un poco de todo lo que sentía, porque para ella se desmoronó un poquito su mundo y se llevó un cachito de su corazón, porque había empezado a desbaratarse el "Tú y yo" de ellos, porque presentía que había acabado una historia que no se había empezado a escribir. Por eso lloraba, porque era mujer y tenía un sexto sentido que al parecer no le fallaba. "Te esperaré" le dijo, pero bien sabía que no habría tiempo para esa espera, porque ocurrirían muchas cosas. 

Caminar a su lado bajo el sol de ese día de Junio, había sido un regalo eterno. El último regalo de ese amor, porque jamás lo vería con los mismos ojos. Porque ambos habían decidido caminar separados, después de caminar así, unidos y juntos.

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